La segunda semana del Tour de Francia terminó y es hora de
afrontar la tercera y definitiva semana. Fue una segunda semana más corta de lo
habitual ya que el día de descanso fue trasladado al martes debido a que el
lunes fue catorce de julio, fiesta nacional francesa y es inconcebible un Tour
en el que no se corra el catorce de julio. Las fuerzas de los corredores ya
empiezan a fallar y resulta mucho más difícil controlar las etapas. Aquí os
dejamos una crónica de lo ocurrido en estos últimos cinco días de competición.
Besançon-Oyonnax
Al primer día de descanso del Tour le siguió una bonita etapa
con principio en Besançon y final en Oyonnax. La escapada de la jornada fue la
protagonizada por Cyril Lemoine (Cofidis), Anthony Delaplace (Bretagne) y el
campeón suizo de IAM, Martin Elmiger. Poco futuro tuvo la aventura de estos
corredores ya que Cannondale, para Sagan, y Orica, para Gerrans y Albasini,
tenían entre ceja y ceja esta etapa en
la que había que subir cuatro cotas -dos de tercera categoría y dos de cuarta-
en los últimos cuarenta y cinco kilómetros. No era dureza suficiente para
pelear por la general pero sí como para que no llegaran en el grupo cabecero
los sprinters y que se viviera un final abierto.
Tras varias intentonas un grupo de muchísima calidad
compuesto por Rogers (Tinkoff), Kwiatkowski (Omega), Sagan (Cannondale) y
Gallopin (Lotto) abrió un pequeñísimo hueco con respecto al pelotón principal.
Gallopin saltó en el momento adecuado, Rogers y Kwiato miraron a Sagan, el más
rápido al sprint, eslovaco harto de tener que correr él solo contra
todos no salió a por el galo y en esos segundos de indecisión se esfumaron las
opciones de victoria para el trío perseguidor. Por detrás el pelotón tiraba muy
fuerte y se acercaba muy deprisa a Gallopin pero el francés consiguió cruzar la
meta el primero seguido de un pelotón encabezado por John Degenkolb.
Gran victoria de Gallopin que lo intentó hasta tres veces en
los últimos kilómetros. El francés del Lotto redondeaba así un Tour fantástico:
mucha presencia en carrera, maillot amarillo el catorce de julio y por
último, victorión en una etapa nada fácil y muy disputada.
Durante prácticamente media etapa rodó solo uno de los
corredores que aspiraban a todo en este Tour. Andrew Talansky, aquejado de
fuertes dolores de espalda, luchó por acabar la etapa. Incluso se llegó a bajar
de la bicicleta durante unos minutos pero finalmente le convencieron para que
finalizara la etapa. Hundido, cruzó la línea de meta a más de media hora del
ganador del día, Tony Gallopin. Bravo, Andrew.
Bourg en Bresse-Saint-Étienne
Al día siguiente, ya sin Andrew Talansky en carrera, el
pelotón afrontaba una etapa similar a la anterior en la que había cuatro cotas
en el recorrido que hacían presagiar la ausencia de velocistas en la llegada.
En contra de lo sospechado, varios sprinters, no todos, pasaban
la última cota y se acercaban a la meta de Saint-Étienne con ganas de dar
guerra. Uno de los hombres rápidos que pasó la criba de la última ascensión fue
André Greipel pero quedó descartado para la victoria final por un absurdo
enganchón con Chavanel. Alemán y francés hablaron airadamente durante algunos
minutos sobre el origen del Universo. Y sobre de quién fue la culpa de la caída
también. Quien sí que no estaba en el grupo que se jugaría la victoria era
Marcel Kittel, lo que hacía que el resto de sprinters tuviese una
oportunidad única de estrenar su casillero. El afortunado fue el noruego de
Katusha, Alexander Kristoff que se impuso por delante de Peter Sagan,
ooooooootra vez segundo, y Arnaud Démare. El campeón francés llegaba al Tour
con la idea de conseguir alguna etapa pero su actuación está teniendo más
sombras que luces.
Los hombres que marcharon durante casi toda la etapa por
delante del pelotón fueron Florian Vachon (Bretagne), Simon Clarke (Orica),
ganador del premio de la combatividad del día, Sebastian Langeveld (Garmin),
Gregory Rast (Trek) y David de la Cruz (NetApp) que sufrió una caída en la que
se fracturó la clavícula derecha. Mala suerte para el catalán que en su debut
en el Tour ha tenido que marcharse a casa antes de tiempo.
Saint-Étienne-Chamrousse
Tras dos etapas entretenidas llegaba el turno de los Alpes. Y
llegaban junto con, como pedían algunos ciclistas, el calor. La primera etapa
alpina finalizaba en Chamrousse, un puerto hors catégorie de dieciocho
kilómetros, con carretera ancha, bien asfaltada, bla, bla, bla... Dieciocho
kilómetros son muchos kilómetros de subida.
Al comenzar la ascensión a Chamrousse el Movistar impuso un
ritmo altísimo. Primero Rojas, luego Izagirre y por último John Gadret hacieron
que el grupo principal se quedase con muy pocos integrantes. También es verdad
que, a falta de doce kilómetros para la cima, Valverde ya no tenía más
compañeros de equipo. Durante un par de kilómetros hubo un parón, momento que
aprovecharon König y Majka para marcharse por delante.
Poco antes había pegado un tremendo petardazo uno de los
aspirantes a la victoria final, Richie Porte, que con su desastrosa actuación
acabó también con las posibilidades que tenía Mikel Nieve de hacer un dignísimo
Top 10. Cuestión de jerarquías.
A falta de diez kilómetros se produjo el primer ataque de los
hombres que se jugaban la general y sorprendentemente fue Valverde quien abrió
la veda. El grupo principal se dividió en varios grupos pequeños. Por delante
König, comiéndose todo el aire, y Majka a rueda. Un poco por detrás Valverde,
Nibali y Pinot y un poco más atrás Bardet y Peraud haciendo un “tíra tú” “no,
tú” “no, tú” acompañados de Van Garderen, Mollema, Schleck -no hace falta que
diga qué Schleck era, ¿no?-, Zubeldia y
Van den Broeck. En este grupo en vez de colaborar para recortar distancias se
decidieron por lanzar ataques y cogerse la rueda, táctica poco inteligente. Por
delante Nibali iba sobrado a rueda de Pinot y Valverde hasta que a falta de
cinco para meta les atacó y se marchó solo hasta que dio alcance al dúo cabecero.
Enganchó con König y Majka, se protegió un poco del aire y a unos tres de meta
lanzó un nuevo ataque para conseguir de esta manera una nueva victoria de
etapa, la tercera en la presente edición. Por detrás Valverde y Pinot
consiguieron casi un minuto de renta con el resto de perseguidores. Nibali
evidenció una vez más que este Tour es
suyo.
Cuenta la leyenda que si subes Chamrousse en bicicleta se te
aparece el espíritu de Richie Porte como si de la niña de la curva se tratase.
Grenoble-Risoul
El corto tránsito por los Alpes tenía su punto final en
Risoul, previo paso por los treinta y cuatro “cómodos” kilómetros de ascensión
a Lautaret y los diecinueve del Izoard en cuya cima se tomó la famosa foto en
la que Bartali y Coppi se pasan un bidón de agua. Aprovecho este inciso para
recomendar el Informe Robinson sobre Gino Bartali. Si aún no lo has
visto es que ni te gusta el ciclismo ni quieres a tu madre.
Volviendo a la etapa, casi de inicio se formó una numerosa
fuga en la que entraron diecisiete corredores, entre los que se encontraban;
Joaquim Rodríguez buscando puntos para el maillot de la montaña;
Alessandro De Marchi, agónico ganador en Risoul en el Dauphiné de 2013 por
delante de Froome; Christophe Riblon, ganador de la etapa con final en Alpe D´Huez
del pasado Tour de Francia; Nicolas Roche, reinventando su rol en la carrera
tras el forzado abandono de su líder Contador; Geraint Thomas y Mikel Nieve
buscando una victoria parcial que alegre las incontables penas que sufre el Sky
en esta edición de la Grande Boucle.
Del grupo de escapados el mejor fue Rafal Majka que se marchó
en solitario en el último puerto y fue administrando su ventaja a la perfección
de tal forma que se proclamó vencedor de etapa. Las cosas de la vida. Un
corredor, el polaco, que vino en contra de su voluntad a suplir la importante
baja de Roman Kreuziger. Supongo que ahora no se arrepiente de haber ido al
Tour.
En cuanto a la general, nuevo ataque de Nibali que se volvió
a marchar solo aunque en esta ocasión no pudo hacerse con la victoria de etapa.
El demarraje del líder del Tour dejó a las claras que ningún corredor piensa
realmente en arrebatarle el primer puesto. Nadie hizo ni tan siquiera el
intento de perseguirle. Miento. Sí lo hizo Peraud, quien además se agarró perfectamente
a su rueda, logrando así ser tercero en la meta, lo que le sirvió para meterle
algunos segundos al resto de corredores. Recordemos que Peraud, al igual que su
compañero Bardet, está metido de lleno en la lucha por el podio. Del resto de
hombres fuertes, Valverde se mostró de nuevo ofensivo pero lo acabó pagando y
perdió unos treinta segundos con respecto a sus verdaderos rivales. Según el
murciano, su pérdida de tiempo se debe a que Pinot le rompió el cambio de la
bici accidentalmente. Muy buena subida de Van Garderen y de Bardet a pesar de
que el joven francés, provisionalmente tercero y maillot blanco, parecía
ir justo de fuerzas. Peraud y Bardet hicieron bueno el trabajo de desgaste que
realizaron sus compañeros Riblon y Gastauer en los primeros kilómetros de la
ascensión a Risoul y consiguieron arañar valiosos segundos.
Tallard-Nîmes
El domingo se disputó por fin una etapa tranquila. Una etapa
de las de transición. Sí, una transición de 222 kilómetros. No veas qué gracia
para los ciclistas. ¡Y otra vez a llover!
La primera parte de la etapa fue bastante tranquila con una
escapada compuesta por Martin Elmiger, muy activo durante toda la semana y el
neozelandés de Garmin Jack Bauer. Los escapados se dirigían hacia la monumental
ciudad de Nîmes dándose relevos sabedores de que aquello no era más que
publicidad para sus sponsors.
En el pelotón entró un poco de viento lateral, lo que
aprovechó el BMC para amagar con liar una matanza. En esos momentos se vio a
Nibali sobrado, rodando solo entre los maillots rojinegros del equipo
estadounidense. No se llegó a organizar una buena pero el ritmo y la tensión
aumentaron en el paquete principal y la ventaja de los fugados se fue
reduciendo aunque aún albergaban remotas esperanzas de llegar. Esas esperanzas
fueron aumentando con el paso de los kilómetros viendo que el pelotón no
terminaba de recortar la diferencia y más cuando a falta de tres a meta aún no
habían sido cazados. En esos tres últimos kilómetros había un total de seis
rotondas lo que dificultaba mucho la persecución del pelotón comandado por
Lotto, Giant y Katusha. Omega lo intentó sin suerte con ataques desesperados de
Kwiatkoski y Martin.
Bajo la pancarta del último kilómetro Elmiger y Bauer
contaban con unos veinte segundos de ventaja. El neozelandés se ponía a rueda
del suizo y medía la distancia. El pelotón iba tras ellos al límite del
esfuerzo como si fueran galgos persiguiendo el señuelo de un canódromo. Poco a
poco les iban ganando el terreno. Bauer esprintó a falta de 150 metros. Unos metros
más atrás Kristoff se pegó a la rueda de Mark Renshaw y cuando vio que se abría
un hueco le rebasó con facilidad. Bauer aún conservaba unos metros de ventaja
pero apenas le quedaban fuerzas. A falta de veinticinco metros fue superado por
el noruego de Katusha y cruzó la meta, hundido, en décima posición. Ningún
compañero pudo consolar a Bauer que lloraba por la ocasión desperdiciada. El
Tour le debe una etapa al neozelandés aunque es complicado que esta deuda se
vea algún día satisfecha. La amarga pena de Bauer contrastaba con la
desbordante felicidad de un Kristoff que se hacía con su segunda victoria en el
Tour, en esta ocasión por delante del velocista del IAM, Haussler y de Peter Sagan, que sumó así un nuevo
puesto de honor, el décimo en las quince etapas disputadas. Como para no ganar
el maillot verde de la regularidad.
Lo que está por llegar
Todavía queda mucha carrera, pero el interés está en la lucha
por los puestos del podio y de los diez primeros, ya que parece claro quién
será el ganador de este Tour. De los que quedan en carrera ningún corredor es
rival para el italiano. Todos han tenido al menos un día malo. Y seamos claros.
Si pretendes ganar el Tour no puedes permitirte el lujo de tener un día malo.
Solo una caída o la mayor pájara de la historia moderna del Tour pueden apartar
a Nibali de la victoria. El ciclista de Mesina corre cada día con grandes dosis
de agresividad y fiereza. Atacando, dejándose ver siempre en los puestos
cabeceros. Parece que no corre contra Valverde, Pinot y compañía, sino que lo
hace contra el fantasma de Contador y de Froome. Desgraciadamente para él, por
bien que corra este Tour siempre se dirá que ganó gracias a las caídas de
Contador y Froome. Algo totalmente injusto ya que está demostrando un nivel
altísimo que le acredita como ganador legítimo y no como un ganador de
prestado. Nadie puede saber qué hubiese pasado si los dos principales favoritos
aún estuviesen en carrera.
Ahora llegan los Pirineos. Disfrutemos lo que queda.
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