Desde el año 1896 se disputa la
Paris-Roubaix, el Infierno del Norte. Actualmente
los corredores de grandes vueltas no asoman la cabeza por el adoquín, pero hubo
grandes ciclistas que si lo hicieron en otros tiempos.
Es un
domingo al año, pero no es uno cualquiera, es un domingo en el infierno. Es un
infierno de piedras por el rural norte de Francia que a muchos se les hace
interminable pero que a otros les catapulta directamente a la gloria, al cielo
del ciclismo. A día de hoy es impensable o muy poco probable ver a un Alberto Contador, a un Chris Froome, a un Nairo Quintana, por citar a algunos, jugándose los cuartos por el
temible bosque de Arenberg o el
decisivo Carrefour de L’Arbre. Sin
embargo en otros tiempos, los grandes campeones que luego en mayo acudían al
Giro y en Julio pasaban calor en las carreteras del Tour de Francia, también se
batían el cobre en los tramos adoquinados buscando la victoria en el mítico
velódromo de la fronteriza Roubaix.
Si nos
remontamos a principios de siglo, podemos encontrar en el palmarés de la Reina de las Clásicas al primer vencedor
del Tour de Francia en 1903, Maurice
Garin, entonces con nacionalidad italiana y ganador en dos ocasiones de la
Roubaix en sus primeras ediciones. El triunfador de la ronda gala en 1910 y
primer ciclista en la historia en coronar el Tourmalet en carrera, Octave Lapize, fue el pionero en vencer
en tres ocasiones consecutivas la Paris-Roubaix, falleciendo años después en la
Primera Guerra Mundial donde tomaba parte en el frente de Verdun. Pero si hemos
de hablar de unos de los grandes mitos de la historia del deporte de las dos
ruedas que también obtuvo su premio en Roubaix, ese es Fausto Coppi, il
campionissimo. El transalpino se adjudicaba la prueba en 1950 con el maillot de campeón de Italia a la
espalda y casi como una venganza
familiar después de que su hermano Serse venciera el año anterior aunque tras
una polémica decisión el triunfo fuera cedido ex-aequo al francés Andre Mahe.
Coppi en Roubaix |
Hablar de Eddy Merckx, es hablar de una de las
personalidades más relevantes no solo en el mundo del ciclismo, sino en la
historia del deporte mundial de todos los tiempos. El Caníbal hizo mella en prácticamente todas las pruebas ciclistas del
más alto nivel y la Paris-Roubaix no iba a ser menos. Un joven Merckx con el arco
iris de campeón del mundo conseguido el año anterior, se presentaba en la
salida de la Paris-Roubaix de 1968 con la gran ambición de victoria que iba a
caracterizar su laureada trayectoria, y se imponía al sprint en el velódromo al
también belga Van Springel con Godefroot en tercera posición. Ese
mismo año el gigante belga iba a ganar su primer Giro de Italia, comenzando una
tiranía que duraría muchos años y que muchos sufrieron en sus carnes, teniendo
que luchar por el segundo puesto en las carreras que corría Merckx. Dos años
después en 1970 Eddy Merckx repetía victoria en Roubaix nada menos que
venciendo al que probablemente ha sido el mejor corredor de la historia de esta
carrera, su compatriota Roger de
Vlaeminck, conocido como el gitano
en un duelo legendario. Finalmente el Caníbal
iba a completar su trilogía haciéndose con el triunfo en la Reina de las clásicas en 1973, en pleno
apogeo de su reinado.
Paris Roubaix 1968
Merckx y De Vlaeminck |
Otro
italiano, Francesco Moser, uno de
los mejores rodadores de la longeva historia del ciclismo, también iba a
conquistar el triplete en Roubaix, además de forma consecutiva (78,79, 80),
siendo cuatro años después de su última victoria en la clásica adoquinada
vencedor del Giro de Italia de forma algo polémica por delante del francés Laurent Fignon, que se quejaba
amargamente de las ayudas al corredor italiano
suprimiendo etapas de alta montaña y perjudicándole con el helicóptero
en la crono. El propio Fignon también tuvo su intento de asalto a la Roubaix,
fue en 1988 cuando subió al tercer puesto del cajón en el velódromo por detrás
de Demol y Wegmuller.
Por último
no podemos olvidar al testarudo bretón Bernard
Hinault, para muchos el último gran héroe que con su retirada dejaba paso
al robótico ciclismo de la década de los noventa. El francés, que nunca
escondió su animadversión a esta prueba, calificaba a la Paris-Roubaix como una
carrera absurda y ridícula, no obstante su desmedida ambición y la presión mediática
por ganar una prueba con tanto arraigo en la cultura francesa le iba a llevar a
luchar por la victoria. Fue en 1981, en una época de dominio absoluto del caimán que se presentaba en la salida
del Infierno del Norte con el maillot
de campeón del mundo, que consiguió en Sallanches
de manera aplastante la temporada anterior. Hinault conquistaba el velódromo de
la ciudad de Roubaix con un portentoso sprint en el que batió a todos los
especialistas en clásicas de aquel momento, segundo fue nada menos que Roger De Vlaeminck y tercero el
italiano Francesco Moser.
Bernard Hinaul: Paris Roubaix 1981
No sabemos si en un futuro cambiaran los
planteamientos y objetivos de los grandes vueltomanos,
lo que sí sabemos es que en la actualidad existe una especie de alergia a pasar
un domingo
en el infierno, de temor a este tipo de pruebas que son parte
fundamental en la historia del ciclismo, por algo son considerados monumentos
con un componente épico inigualable y que por eso algunos corredores invierten
toda su carrera en intentar triunfar en ellos.
Escrito por:
@Sincadenablog
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